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¿La leche es inflamatoria? Mitos, verdades y lo que dice la ciencia sobre los lácteos

 

Durante años, la leche ha pasado de ser considerada un alimento esencial a convertirse en el blanco de muchas críticas. ¿Es realmente inflamatoria o simplemente mal entendida? La evidencia actual desmonta varios mitos y nos invita a reconsiderar su papel en la salud.

Un alimento entre el amor y la sospecha

La leche y sus derivados han acompañado a la humanidad durante milenios. Sin embargo, en las últimas décadas, los productos lácteos han pasado por un juicio mediático y científico que los ha catalogado desde imprescindibles hasta potencialmente perjudiciales. ¿Cuál es la verdad detrás de estos mensajes contradictorios?

Uno de los principales puntos de controversia gira en torno a su supuesto efecto proinflamatorio. La inflamación crónica de bajo grado está relacionada con enfermedades cardiovasculares, autoinmunes y metabólicas. Por ello, es comprensible el interés en identificar alimentos que puedan inducir o reducir estos procesos.

Este artículo aborda si la leche es verdaderamente proinflamatoria, por qué se ha generado confusión al respecto, y qué dice la investigación científica actual sobre su consumo.

Nutricionismo: cuando un nutriente no cuenta toda la historia

La confusión sobre los lácteos es en gran parte resultado del nutricionismo, un enfoque que interpreta los alimentos únicamente por los nutrientes que contienen. Este paradigma lleva a conclusiones erróneas, como considerar al aceite de oliva perjudicial por contener grasas saturadas, sin contemplar su contexto nutricional completo ni sus efectos reales sobre el organismo.

En el caso de la leche, se ha culpado a uno de sus componentes –la beta-caseína A1– de inducir inflamación, ignorando la complejidad de la matriz alimentaria que modula su efecto final.

¿Inflamación por beta-caseína A1? Solo en teoría, no en humanos

La beta-caseína A1 es una proteína presente en la mayoría de las leches comerciales, especialmente en Europa. Al ser digerida, genera un péptido llamado beta-casomorfina-7, que ha mostrado potencial inflamatorio en estudios in vitro y en animales al inducir liberación de histamina, una molécula relacionada con las reacciones alérgicas.

Sin embargo, es crucial entender que estos efectos se han observado fuera del contexto del alimento completo. Cuando se administra leche entera, el resultado cambia. La leche contiene otros componentes, como lactoferrina y proteínas del suero, que ejercen efectos antiinflamatorios.

Estudios en humanos, como los de Nieman et al. (2020) y Ulven et al. (2019), muestran que el consumo de leche entera tiene efectos neutros o incluso antiinflamatorios en la mayoría de las personas.

¿Molestia digestiva? No es lo mismo que inflamación sistémica

Muchas personas asocian los gases, la distensión abdominal o el malestar digestivo tras consumir lácteos con inflamación. Sin embargo, esta es una interpretación incorrecta. La inflamación sistémica de bajo grado es silenciosa y no causa síntomas visibles inmediatos. Su evaluación requiere análisis específicos de marcadores inflamatorios, como ciertas citoquinas en sangre.

Los síntomas digestivos tras consumir leche suelen deberse a la intolerancia a la lactosa o a otros componentes, como las proteínas de la leche, pero no implican necesariamente una inflamación sistémica.

Lácteos fermentados: aliados de la microbiota y del sistema inmune

Los lácteos fermentados, como el yogur y el kéfir, no solo suelen ser mejor tolerados por personas con cierta intolerancia a la lactosa, sino que además han demostrado efectos beneficiosos sobre la microbiota intestinal y la inflamación.

Estudios recientes como el de Wastyk et al. (2021) muestran que una dieta rica en alimentos fermentados reduce marcadores de inflamación y aumenta la diversidad microbiana intestinal, un factor protector frente a múltiples enfermedades.

Además, otros trabajos (Benmoussa et al., 2019; Alexander et al., 2017) sugieren que ciertos lácteos podrían tener efectos terapéuticos en condiciones inflamatorias como la colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn o síndrome de intestino irritable.

Más allá del calcio: lo que realmente aporta la leche

La leche es una matriz alimentaria compleja que contiene vitaminas liposolubles (A, D, E), minerales esenciales como el zinc y el selenio, y grasas saludables como el ácido oleico, omega 3 y omega 6.

Uno de los compuestos más interesantes es el ácido linoleico conjugado (CLA), que ha demostrado ser antiinflamatorio, hipocolesterolémico y potencialmente reductor de grasa corporal.

¿Son necesarios los lácteos en la dieta?

No. Los lácteos no son imprescindibles para la salud, como se creía en los años 80. Existen fuentes alternativas de calcio como las verduras de hoja verde, legumbres, frutos secos y agua mineral rica en calcio.

Sin embargo, los lácteos ofrecen una forma conveniente y biodisponible de obtener múltiples nutrientes en un solo alimento, y su consumo moderado no representa un riesgo para la mayoría de las personas.

Cáncer y lácteos: una relación compleja

  • Existe evidencia de efectos protectores de los lácteos frente a cáncer colorrectal.
  • La controversia aparece con el cáncer de próstata, donde algunas investigaciones, como la de Orlich et al. (2022), reportan asociaciones entre consumo elevado de lácteos y mayor riesgo. Sin embargo, no se ha demostrado causalidad, y otros factores dietéticos y genéticos podrían estar influyendo.

¿Y si dejo de tomar leche?

Eliminar los lácteos de manera prolongada puede inducir una reducción en la producción de lactasa, la enzima que digiere la lactosa. Esto puede hacer que una persona previamente tolerante desarrolle intolerancia secundaria al reiniciar su consumo.

Por tanto, la decisión de eliminar los lácteos debe ser individualizada y basada en síntomas reales, no en ideas preconcebidas o modas alimentarias.

Conclusión: ni villano ni superalimento, solo un alimento más

La leche no es intrínsecamente inflamatoria. Atribuirle efectos negativos basándose en estudios reduccionistas sobre uno de sus componentes es un error común del nutricionismo. En su forma entera, la evidencia apunta a que los lácteos tienen un efecto neutro o incluso antiinflamatorio en la mayoría de las personas.

Si bien no son imprescindibles, tampoco deben demonizarse. En individuos sanos, los lácteos (especialmente los fermentados) pueden formar parte de una dieta equilibrada y beneficiosa.

Referencias y lecturas recomendadas

¿Tomas lácteos o los has eliminado por miedo a la inflamación?

Comparte tu experiencia, plantea tus dudas o comparte este artículo con alguien que crea que la leche es «mala por naturaleza». La ciencia es clara: la leche no es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

 

Hablemos con evidencia y sin humo … ¡Somos Samai! 

 

Por:
María José Mancheno
Master en Nutrición Metabólica

Master en Obesidad y Enfermedades Metabólicas
Especialista en Nutrición Deportiva

Especialista en Nutrición en Inflamación, microbiota y patologías digestivas

Especialista en tratamiento FODMAP

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