El Mito del “Estilo de Alimentación Obeso”
Desde hace más de medio siglo, se ha creído que existe un “estilo de alimentación obeso” caracterizado por una ingesta rápida de alimentos con bocados grandes y frecuentes, y comidas de corta duración. Esta idea fue promovida inicialmente por Ferster en 1961, quien propuso que las personas con obesidad tienden a comer más rápido que aquellas sin obesidad. Esta hipótesis se convirtió en la base de muchas recomendaciones para combatir el sobrepeso, como masticar más despacio, usar utensilios más pequeños o hacer pausas durante las comidas.
La lógica detrás de esta idea es clara: al comer rápido, el sistema digestivo tiene menos tiempo para liberar hormonas que promueven la saciedad, como la colecistoquinina (CCK), el péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1) y el péptido YY (PYY). Como resultado, el cerebro recibiría estas señales tarde, permitiendo un mayor consumo calórico antes de que se alcance la sensación de llenura.
Sin embargo, a lo largo de las últimas dos décadas, estudios más rigurosos han comenzado a desafiar esta visión simplista. Muchos de estos estudios han sido limitados por su diseño, ya que se basan en observaciones de una sola comida o en contextos poco controlados, como restaurantes o comedores públicos, donde las distracciones y el entorno social pueden influir significativamente en la velocidad de ingesta. Esto plantea una pregunta crucial: ¿realmente comer rápido es un factor determinante para el aumento de peso y la obesidad, o es solo un mito arraigado en nuestra cultura alimentaria?
¿Cómo se Estudió la Relación entre Velocidad de Ingesta y Obesidad?
Un estudio particularmente interesante en esta línea fue realizado por Rising et al. en 1994. Para superar las limitaciones de estudios previos, estos investigadores evaluaron la relación entre la tasa de ingesta de alimentos y la obesidad en un entorno extremadamente controlado: una sala metabólica. Este tipo de instalación permite medir con precisión la cantidad y el tipo de alimentos consumidos, así como las respuestas fisiológicas durante y después de las comidas.
El estudio incluyó a 28 hombres, que fueron monitoreados durante cuatro días. A diferencia de estudios previos que se centraban en una sola comida, este diseño permitía evaluar patrones más consistentes de ingesta. Los participantes comían ad libitum, es decir, sin restricciones en la cantidad de comida, pero bajo una estrecha vigilancia para medir su velocidad de ingesta y otros parámetros fisiológicos relacionados con la saciedad.
Resultados: ¿Quién Come Más Rápido?
Los hallazgos de Rising et al. fueron sorprendentes: los sujetos con obesidad comían, en promedio, más despacio que los sujetos sin obesidad. Específicamente, se encontró que la duración promedio de las comidas era de 25 minutos, con una tasa de ingesta de 68 gramos por minuto. Esto contradice directamente la noción popular de que las personas con obesidad necesariamente comen más rápido.
Además, esta ingesta más lenta podría tener implicaciones importantes para el control del apetito. Comer lentamente reduce la distensión gástrica, un factor crucial para la señalización de saciedad. La distensión del estómago activa mecanorreceptores que liberan hormonas supresoras del apetito, como la grelina, que a su vez disminuyen el hambre. Por lo tanto, una tasa de ingesta más lenta podría, paradójicamente, permitir una mayor ingesta calórica antes de que se active el reflejo de saciedad.
¿Qué Significan Estos Resultados?
Estos resultados desafían la idea convencional del “estilo de alimentación obeso” y sugieren que la relación entre velocidad de ingesta y obesidad es más compleja de lo que se pensaba. No parece ser solo una cuestión de cuánto se come, sino también de cómo el cuerpo responde a la comida en términos de señalización de saciedad y regulación del apetito.
Rompiendo Mitos y Abriendo Nuevas Preguntas
En resumen, el estudio de Rising et al. cuestiona la creencia generalizada de que comer rápido engorda, sugiriendo que esta relación es más compleja y podría depender de factores adicionales como la distensión gástrica y la señalización hormonal. Este hallazgo subraya la importancia de replantear algunas de las suposiciones más comunes sobre el comportamiento alimentario y la obesidad. Es claro que se requieren más estudios.
Entonces, ¿Con Qué Nos Quedamos?
Comer rápido no siempre significa que ganaremos más peso. Aunque se ha promovido la idea de que quienes tienen obesidad comen más rápido, estudios como el de Rising et al. muestran que esta relación es más compleja de lo que parece. La velocidad de ingesta no es el único factor que influye en nuestro peso; también importa cómo nuestro cuerpo procesa las señales de saciedad y cómo respondemos a esas señales. Así que, más que solo concentrarnos en comer despacio, quizás debamos prestar atención a cómo, cuándo y por qué comemos.
¿Te sorprendieron estos resultados? ¿Crees que la velocidad con la que comes afecta tu peso?
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Referencias y Fuentes Clave:
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Ohkuma, T., Hirakawa, Y., Nakamura, U., Kiyohara, Y., Kitazono, T., & Ninomiya, T. (2015). «Association between eating rate and obesity: a systematic review and meta-analysis.» International Journal of Obesity, 39(11), 1589-1596.
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Teo, P. S., Van Dam, R. M., Whitton, C., Tan, L. W., & Forde, C. G. (2020). «Association between self-reported eating rate, energy intake, and cardiovascular risk factors in a multi-ethnic Asian population.» Nutrients, 12(4), 1081.
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Robinson, E., & Almiron-Roig, E. (2020). «What everyone knows about portion size and eating rate matters.» Appetite, 149, 104639.
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Forde, C. G., & Leong, C. (2022). «The Impact of Eating Rate on Energy Intake, Appetite, and Body Weight.» Frontiers in Nutrition, 9, 813783.
¡Somos Samai!
Por:
María José Mancheno
Master en Nutrición Metabólica
Especialista en Nutrición Deportiva y Obesidad